Amor a la Carta
Compartir
Por: Verónica Salame
Hola, queridos amigos. Una vez más, les saluda con cariño su amiga cincuentona. He estado pensando mucho acerca de los temas sobre los que quiero escribir, y debo decir que todos me apasionan. Vivimos en una sociedad sumamente compleja, diversa y abstracta.
He decidido escribir sobre el tema del "amor a la carta". Sumergida en este océano de ideas, reflexionaba sobre la suerte que tuve de crecer en la década de los 80, cuando no existían los celulares ni mucho menos las aplicaciones para ligar. Y quiero dejar claro que mi intención no es demonizar estas aplicaciones. Cada persona tiene sus propios gustos, usos y costumbres.
Estoy segura de que coincidirán conmigo en que el tema de los ligues siempre ha sido complicado desde sus inicios. Está profundamente arraigado en nuestra autoestima y en la percepción que tenemos de nosotros mismos, así como en cómo creemos que nos ven los demás. En aquellos tiempos, ligar era todo un arte, y había personas muy hábiles en ello. También estaban esos amigos que te organizaban citas con personas que les parecían ideales para ti, pero que a menudo resultaban ser todo lo contrario. Las citas a ciegas, aunque emocionantes, rara vez cumplían con las expectativas. No era perfecto, pero era la vida.
Lo maravilloso de aquellos tiempos es que no existían aplicaciones como Facebook o Instagram, donde podías investigar a fondo a la persona antes de conocerla. Sin embargo, las citas a ciegas tenían ese componente social adicional: la opinión de tus amigos sobre el pretendiente. Pero hoy en día, con la proliferación de filtros y ediciones de fotos en las redes sociales, la situación se complica aún más.
El tema central de todo esto, sin duda, es la autoestima, que determina en gran medida el éxito o fracaso en las relaciones. Estamos bombardeados por estándares de belleza inalcanzables, lo que nos hace sentir inseguros y llenos de complejos.
Y ni siquiera he mencionado (dejo este tema para una futura colaboración) las mentiras que contamos sobre nosotros mismos. En la actualidad, todo se puede comprar, desde títulos universitarios hasta doctorados Honoris Causa, lo que dificulta distinguir la realidad de la ficción.
Y para empeorar las cosas, ahora, con las aplicaciones de ligues, no entiendo cómo alguien puede meterse en un cuarto de hotel con un completo desconocido. ¿Qué pasa si resulta ser un asesino en serie, o si el encuentro resulta ser una completa decepción? La situación es mucho peor que una cita a ciegas. Antes, podías inventar una excusa y marcharte si la cita no funcionaba. Hoy en día, eso es mucho más complicado.
En resumen, antes dábamos una oportunidad real a las personas. Puede que no nos gustaran del todo, pero disfrutábamos de su compañía y estábamos dispuestos a salir nuevamente. Hoy en día, ni siquiera tienes la oportunidad de hablar con alguien. Tienes que ser extremadamente hábil con las aplicaciones, subir buenas fotos, tener una buena labia y ser lo menos auténtico posible. Y luego, ya te las arreglarás cuando se encuentren.
Ojalá pudiéramos volver a valorar a las personas por quienes son realmente y darnos la oportunidad de conocernos y enamorarnos de ellas, no de su perfil.
Nos leemos en la próxima entrega.