ESCRIBAMOS NUESTRAS PROPIAS REGLAS
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Por: Flor Rodríguez
Durante siglos, las mujeres hemos sido relegadas a los espacios privados, y hemos escuchado y repetido frases que refuerzan este estereotipo, como "detrás de un gran hombre, hay una gran mujer", "mujer al volante, peligro constante" y "mujer sin hijos, jardín sin flores". Esta cultura construyó un rol específico para nosotras en la sociedad, dictando cómo debemos actuar, hablar, vestirnos, arreglarnos y comportarnos según nuestro género asignado al nacer.
A lo largo de la historia, el papel asignado a las mujeres ha sido el de cuidadoras, educadoras o reproductoras, siempre relegadas a un segundo plano y confinadas al ámbito doméstico. Incluso en la antigüedad, se nos consideraba propiedad de un hombre, y durante las grandes revoluciones y la creación de instrumentos jurídicos de Derechos Humanos, no éramos reconocidas como ciudadanas, lo que se traducía en la conocida frase "no teníamos ni voz, ni voto". Bajo estas circunstancias, el espacio público fue dominado por completo por los hombres, quienes establecieron las reglas de acuerdo a sus necesidades e intereses. Por ello, la lucha por diversificar el rol de las mujeres ha sido constante.
A lo largo del tiempo, las mujeres hemos conquistado espacios que nos fueron negados, desafiando la idea de que no estábamos lo suficientemente preparadas para ocupar un lugar en la vida pública. Es injusto que se nos exija tanto, cuando durante años se nos negó el acceso a la educación, al voto y a la participación en la toma de decisiones. Sin embargo, aún hoy persisten prejuicios y estereotipos que nos tachan de irracionales y meramente emocionales.
A pesar de los avances logrados, la discriminación hacia las mujeres sigue presente en diversos ámbitos, especialmente en el laboral. Según la última Encuesta de Población Activa (PEA), las mujeres sufren una tasa de desempleo mayor que los hombres, y los trabajos más precarios suelen ser para nosotras. Además, la brecha salarial persiste y se acentúa. Aunque representamos más de la mitad de la población, muchas mujeres trabajan en la informalidad, lo que implica la falta de acceso a servicios de salud, prestaciones laborales y créditos bancarios.
Según el Foro de Economía Mundial, se necesitarán 170 años para cerrar las brechas de género en la actividad económica y laboral a nivel mundial. Nuestro objetivo no es esperar tanto tiempo, sino acelerar el proceso para que las futuras generaciones no tengan que enfrentarse a estas desigualdades.
El mayor aporte que podemos hacer para lograr un México más libre e igualitario para las mujeres, niñas y adolescentes es ser conscientes de nuestro género y nuestras necesidades. Si ocupas un puesto directivo, eres legisladora o representas a tu comunidad, recuerda que debes tu posición a la lucha de muchas mujeres que vinieron antes que nosotras, y no te adaptes a reglas hechas por hombres que no consideran nuestra realidad.
Es hora de escribir nuestras propias reglas, donde nuestras voces sean valoradas y no tengamos que sacrificar nuestra vida personal por el éxito profesional. Recordemos siempre que la unión y la solidaridad nos han dado los derechos que hoy disfrutamos, y que nuestra compañera no es nuestra competencia, sino nuestra aliada. Juntas, podemos llegar más lejos.