Nada es tan Profundo como la Piel: Exposición de Marina Núñez
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Por: Alejandra Mapelli Mozzi
Visitamos el Museo Lázaro Galdiano, en Calle Serrano 112, encontrando una de las colecciones más espléndidas de Madrid. Tuvimos la oportunidad de ver pinturas de maestros de distintas regiones y épocas, como la pintura medieval española y del siglo XVI, obras como San Francisco en Éxtasis del Greco, Goya, Velázquez, así como dos obras de Jerónimo Bosco, escuelas flamencas y leonardescas.
Al ver esta gran colección, nos preguntamos: ¿quién era José Lázaro Galdiano? Resulta que era un apasionado viajero, cronista y editorialista de la revista La España Moderna (1889-1914), donde colaboró con literatos destacados como Galdós, Menéndez Pelayo, Cánovas, Unamuno y muchos otros. Su afición por los libros lo convirtió en un experto bibliófilo.
Gracias a esta afición, se sumó a un grupo de estudiosos donde pudo aprender sobre pintura y escultura. Se casó con Paula Florido, una rica dama argentina, con la que comenzó a diseñar la residencia que ahora es el museo. Ella falleció poco tiempo antes de terminar la construcción.
Él consiguió en París y Nueva York varias obras y libros, que decidió donar al Estado español en 1947.
Ahora, en el contexto de nuestro tiempo, se puede disfrutar del espacio y cada uno de los tesoros. El palacio fue restaurado y en 2004 volvió a abrir sus puertas. Su colección abarca tantas obras que se necesitaría otro palacio para poder exhibirlas. Además de su colección detallada, el personal que se encuentra allí está muy bien documentado, por lo que recomendamos preguntarles sobre algunas piezas o la historia de los objetos.
A nosotros se nos aconsejó comenzar el recorrido desde el tercer nivel, hacia la planta baja, ya sea por las escaleras o el ascensor, y disfrutar las múltiples y distintivas salas de la casa, decoradas con el estilo original, con pinturas llenas de alegorías y símbolos decorativos.
Marina Núñez fue elegida para desarrollar una serie de objetos creativos e instalaciones sobre la base de las obras del museo. Sus propuestas, ricas y llenas de energía vibrante, utilizan la inteligencia artificial en videoinstalaciones, así como dibujos en esculturas de cristal con impresiones de cromosomas y células 3D iluminadas.
No es la primera ocasión en que la artista palentina trabaja sobre colecciones y espacios patrimoniales, como fue el caso de la Catedral de Burgos (Tinieblas y luz, 2008) y el Thyssen-Bornemisza (Vanitas, 2021).
En esta ocasión, te sorprenderán imágenes y dibujos digitales comisariados por la murciana Isabela Tejeda, generando un recorrido que contrasta las calidades y técnicas ancestrales de ornamentación suntuosa con el avance de las tecnologías y medios alternativos, y la transfiguración de piezas íntimas, sumergidos en mundos imaginarios y las técnicas de materiales hiperrealistas, trazos excepcionales de la escuela de pintura clásica mundial e iconoclastas con micromundos.
En el primer nivel podrás rodear una baranda de madera y, por medio de los salones, como antiguamente se construían los palacios, mirar hacia la planta baja donde verías tres cuerpos a escala humana recostados que forman Ornamento, un trampantojo. Parecen mujeres boca abajo cubiertas por un sudario, transmutando el espacio público en el más privado o el más alejado de la vida, la tumba. “Enterradas bajo el ornamento que ha definido su feminidad, están huecas, son ornato en sí, pero sobreviven reivindicando que su piel es también armazón, exoesqueleto”, explica la comisaria.
La escritora antiesclavista Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873), cuyo retrato fue obra de Madrazo, cuelga en la misma sala. “Para estas mujeres, como para la escritora romántica, manto y carne son la misma cosa ligada al concepto de lo infinito que culebrea entre sus pliegues”, añade Tejeda.
En la sala siete encontramos Botánica, rostros que, por medio del encaje dorado y la mirada profunda de unas caras de mujeres, te hacían suspirar. Ilustra cómo salen de los poros de la piel gotas de agua o perlas que contienen ecosistemas que parecen vivos, llenos de potencia y luz. En estas dos piezas pudimos apreciar cómo lo simbólico genera una idea y cómo el arte puede mutar según la acción o transformación que se ejecute en la pieza, ya sea por el color, la luminiscencia, la transparencia, la sombra, el contraste, afectando la vida y mutando el término realidad.
Su frenesí de encajes tejidos y de procesos que develan las capas de la anatomía humana, de la piel, de la parte más delicada y sensible, abarca todo, pero a la vez es una armadura pasiva. Con la mezcla ciborg, protege y se estremece a cualquier estímulo, tanto de frío como de calor, de energía de flujo positiva.
“De alguna manera, el ornamento que representa la vida y produce vida, nos encontramos seres humanos como paisajes, como ecosistemas”, palabras de Marina.
La piel se deleitó con la propuesta visual y teratología de la exposición, ya que es en la piel que se siente la vibración más profunda al recorrer y estar rodeado de tantas obras maestras, llenas de tantos detalles de la historia, perspectivas renacientes, profundidad mística y sobriedad.
Pasamos al antiguo comedor, donde nos recibieron dos grandes Vírgenes Inmaculadas de Claudio Coello y Miguel Jacinto Meléndez, flotando sobre las consolas de madera y mármol. Sobre las cuatro consolas encontramos unas cajitas flotando, iluminadas, unas siluetas iluminadas por las tallas de las mujeres aire/agua de Marina Núñez: Ciencias Naturales.
Generando la sensación del macro y microcosmos, de los espacios pequeños pero muy lumínicos, como son las especies de plancton en las profundidades del océano, o las estrellas y astros que rodean el universo.
En la sala dedicada a la pintura flamenca de los siglos XV al XVII, la artista creó unas dirades ingrávidas sobre pan de oro, con el título de Gótico 1. Se mezclaban entre las vírgenes flamencas, una del rosario, considerada pieza de devoción, anteponiendo de ser consideradas obras de arte, generando connotaciones místicas.
En el hall de entrada existe un espacio lleno de bustos de santas femeninas. Allí colocó dos Dafnes en grisalla que ocupaban el lugar del cuadro de Sofonisba Anguissola, un préstamo temporal y que la artista tituló Envidia. Ya tocadas por Apolo, estas mujeres han iniciado su transición vegetal.
El final del recorrido fue la experiencia inmersiva Las Herboristas, en el salón de baile neo renacentista del museo. Fue tan delicada su circulación de siluetas de mujeres caminando por las arquerías de un mundo imaginario, nervado por el tejido del dibujo de detalles de Marina. Se entretejen con las armaduras colocadas en las esquinas del salón.
Cinco pantallas con imágenes de un video y ventanales a los óleos de los primitivos flamencos que están expuestos en los muros de los salones. Su piel y el manto continúan con el mismo acabado dorado, con la vaporosidad del tejido y de los hilos nervados entre sí, dejando las transparencias en movimiento, sobre los distintos patrones orgánicos del suelo.
Nos es impresionante poder rememorar este encuentro con la artista, con el tiempo y la creatividad del ser, la capacidad humana y el detalle, la trascendencia y el cuidado, para preservar, para que podamos transmitir al futuro ese “sencillo” origen lleno de magia.