UN MUNDO SURREALISTA EN LA ÚLTIMA CASA DE PORFIRIO DÍAZ

UN MUNDO SURREALISTA EN LA ÚLTIMA CASA DE PORFIRIO DÍAZ

Por: Gabriela Gorab 

 

La exposición Anémona 440 N° 2: Ruptura Dimensional de Ricardo Garduño presentó seis pianos intervenidos que resultaron ser esenciales en la narrativa dentro de lo que fue la última casa de Porfirio Díaz en la calle de Allende, en el Centro Histórico de la CDMX. Según contó el propio artista, estos pianos recibieron los nombres de Anémona 1-5, numerados desde el primero que creó hace seis años. "Todo empezó con Anémona 1, inspirado en un sueño en el que tentáculos salían del piano y me abrazaban. Al despertar, lo primero que pensé fue en crear una pieza que lo representara", explicó Garduño. Ese primer piano fue el punto de partida de lo que se convertiría en una serie única, donde cada instrumento adquirió su propia esencia y personalidad.

Un piano en particular, titulado Calma, destacó por su capacidad de llevar al espectador a un estado de paz. Como detalló Garduño, "tiene un pigmento con luminiscencia, y cuando apagas las luces, su segunda esencia emerge con un brillo especial que sobrepasa las barreras de lo real". Sin duda, este concepto de lo visible e invisible enriqueció la experiencia visual y emocional de la muestra. 

Cada piano parecía haber sido diseñado no solo por su apariencia, sino también por cómo interactuaba con el espacio circundante. Garduño mencionó que, antes de intervenir cada uno, los estudiaba detenidamente para analizar cómo los materiales podrían integrarse mejor. "Todo dependía del tipo y la calidad de cada piano", aclaró. Esta reflexión muestra su meticulosidad y su cuidado por cada detalle, algo que definitivamente se reflejó en el resultado final.

Lo que realmente me resultó fascinante fue descubrir el origen de la elección de los pianos como elementos centrales. Garduño comentó que su relación con estos instrumentos databa de hacía más de diez años y que, como pianista desde los siete años, siempre había sentido el deseo de intervenirlos. "Siempre tuve esa iniciativa de intervenirlos", confesó. Esta instalación, además, fue una continuación de su obra anterior, Anémona 440 No. 5, REM, que exploraba los estados de sueño. Con Ruptura Dimensional, Garduño profundizó en lo surrealista y eligió un espacio en ruinas que, a mi parecer, sirvió de manera magistral para acentuar la sensación de estar fuera del tiempo y del espacio. "Buscamos un lugar con historia y casi en ruinas para transmitir esa ruptura", explicó. Lo que más me sorprendió fue que, coincidentemente, el día del evento principal hubo un temblor en la ciudad, algo que el propio artista describió como una confirmación del poder energético que buscaba transmitir con la obra.

Entre los elementos más destacados estuvo la monumental mano azul que colgaba del balcón, un símbolo que, según Garduño, "representaba a un ser supremo que llegaba desde más allá, entrando en una pecera llena de anémonas que tocan sinfonías". Esta mezcla de lo fantástico y lo tangible realmente lograba transportar al espectador a un mundo de realismo mágico, donde lo imposible parecía completamente plausible. 

Garduño compartió los retos que enfrentó al integrar objetos tan grandes y cargados de simbolismo en un espacio con tanta historia. "Cada piano Anémona tenía su propia historia, y al ponerlos juntos, la idea era recrear un mundo surrealista marino que se adentrara en las profundidades de la mente, como una metáfora de la fantasía materializada", comentó. Desde mi punto de vista, este fue uno de los mayores logros de la exposición: no solo el arte en sí, sino la manera en que logró combinar las emociones y los conceptos de fantasía en un escenario tan imponente. "Siempre he trabajado con piezas de gran escala, y mi obsesión con los pianos tiene toda una historia", concluyó Garduño, con una convicción que se reflejaba en cada rincón de la instalación.

La curaduría, a cargo de Alessandra Migliano, directora de Galería Errante, buscó crear una atmósfera en la que las obras dialogaran fluidamente con el entorno. "La casa se prestaba para que pudiéramos crear ese espacio", comentó, haciendo alusión a cómo la estructura de la casona amplificaba la atmósfera onírica que Garduño quería transmitir. 

Personalmente, creo que este fue uno de los grandes aciertos de la exposición: la capacidad de usar un espacio con tanta carga histórica para enriquecer una narrativa visual y emocional.

Uno de los elementos más llamativos de la exposición fue el mural de Alfonso Xavier Peña, que parecía en completa sintonía con las paredes envejecidas de la casona. Migliano explicó que el mural tenía una historia muy particular. "Fue encontrado en las ruinas de un edificio que se cayó en el temblor del 85, y después de ser restaurado, necesitaba un lugar donde vivir. No existen muchas casas con una puerta de 4 metros, así que esta casa lo resguarda". Este hallazgo fortuito añadía un nivel más de surrealismo al espacio, haciendo eco de las palabras de André Breton: "México es el surrealismo puro". 

Justamente, creo que este tipo de detalles inesperados reforzaron la narrativa visual de la exposición, haciendo que el espectador se sintiera parte de un mundo extraordinario.

En cuanto a la visión de Galería Errante, Migliano expresó que el propósito de la galería ha sido, desde su creación, el de explorar nuevas formas de interacción entre el arte y el espacio. "Galería Errante se ha definido como una galería en movimiento. Buscamos lugares distintos, dinámicos, que salgan del convencional cubo blanco", explicó. Este enfoque se reflejó claramente en la manera en que las obras no solo se exhibieron, sino que interactuaron con el espacio, generando una experiencia que iba más allá de una visita convencional a una galería. 

Para mí, esto es lo que distingue a Galería Errante: su capacidad para transformar cualquier lugar en un espacio de diálogo entre el arte y su entorno, creando experiencias más conceptuales y profundas.

Otro de los aspectos más interesantes fue la participación de Octavio, conocido como "La Bruja de Texcoco", quien aportó una dimensión sonora y performativa a la exposición. Alessandra confesó que su intervención no estaba del todo planeada, sino que fue algo más improvisado. "Honestamente, no teníamos planeado que hiciera algún show en específico. Fue más improvisado, y creo que eso le dio un toque más personal a la noche", reveló. 

Este detalle me pareció particularmente encantador, ya que a veces es en la espontaneidad donde surgen los momentos más genuinos y mágicos en una experiencia artística.

Tanto Migliano como Garduño tenían claro que querían transmitir una vivencia más que una simple visita a una exposición. "El tema surrealista de Ricardo y sus pianos sonando solos en una casa abandonada sonaba un tanto irreal", explicó. La curadora destacó que, aunque la casona eventualmente podría ser restaurada, parte de su magia residía justamente en su estado actual de ruina y en las historias que el lugar contaba.

Personalmente, creo que esta mezcla de lo surreal y lo real, de lo antiguo y lo contemporáneo, es lo que hizo que la exposición se sintiera tan viva y auténtica, invitando al espectador a cruzar un "umbral" hacia una experiencia que trasciende lo cotidiano.

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