¿Qué pasa con el cashmere?
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Por: Fernanda Sérés
El tejido de cashmere, alguna vez símbolo de lujo y exclusividad, se ha transformado en un producto masivamente demandado, pero a un alto costo ambiental y social. La creciente popularidad del cashmere ha llevado a la desertificación del suelo en Mongolia, afectando tanto a las comunidades locales como al medio ambiente. Las enormes tormentas de arena, la subida de temperatura y la disminución de lluvias son solo algunas de las consecuencias de esta industria, que en 2022 se valoró en 3.500 millones de euros. Este material, obtenido de la cabra de cachemira, requiere de fibras largas y finas para su mejor calidad. Sin embargo, el proceso de 'democratización' del cashmere ha llevado a la proliferación de productos de menor calidad y honestidad en su obtención, según explica Lola Sagarra Tejada, brand manager de Stone.
En Mongolia, el impacto de la industria del cashmere ha sido particularmente severo. Con 27 millones de cabras de cachemira en el país, la falta de terreno suficiente para su cría y alimentación ha degradado el suelo. Las Naciones Unidas han intervenido con una 'plataforma para el cashmere sostenible', buscando legislar la producción. Más del 10% de la población de Mongolia, compuesta por pastores nómadas, depende de la cría de estas cabras. Sin embargo, la industria china está monopolizando la producción, desvirtuando la cadena de valor y amenazando las tradiciones y prácticas culturales locales.
Grandes empresas como Erdos y Loro Piana, y holdings como LVMH, han dominado el mercado del cashmere. Aunque estas empresas han tratado de garantizar la calidad y sostenibilidad del cashmere, muchas otras recurren a prácticas injustas para las cabras y los trabajadores. Marcas como Reformation, Patagonia o Ralph Lauren están explorando alternativas como el cashmere reciclado, mientras que otros sugieren el uso de pelo de camello o de yak. Sin embargo, la falta de información entre los consumidores sigue siendo un gran desafío en la apreciación de la autenticidad y calidad del cashmere. La industria se encuentra en una encrucijada donde la demanda de lujo asequible choca con la necesidad de prácticas sostenibles y éticas.